42.1 Centros urbanos como nodos de conocimiento
Introducción
Los centros urbanos han desempeñado un papel crucial en la historia universal de la ciencia, actuando como nodos donde se concentran, intercambian y transforman saberes. Desde las primeras urbes de Mesopotamia hasta las metrópolis contemporáneas, las ciudades han facilitado la interacción entre eruditos, artesanos, comerciantes y gobiernos, promoviendo la innovación tecnológica y la difusión del conocimiento. En este apartado analizaremos cómo diferentes ciudades, a lo largo de diversas épocas y regiones, se convirtieron en focos de aprendizaje y descubrimiento científico.
Primeros centros urbanos: Mesopotamia, Egipto, India y China
En la cuna de la civilización, las ciudades-estado de Mesopotamia, como Uruk (fundada hacia 4000 a.C.) y Nippur, sentaron las bases de la escritura cuneiforme y las matemáticas. Para el 3000 a.C., Uruk albergaba aproximadamente 40 000 habitantes, concentrando a escribas y arquitectos que desarrollaron calendarios, sistemas de irrigación y rudimentos de astronomía.
Paralelamente en Egipto, Tebas y Menfis (siglos III–II milenio a.C.) se erigieron como centros administrativos y religiosos donde se recopilaron papiros con conocimientos de medicina y geometría. El papiro Edwin Smith (c. 1600 a.C.) recopiló prácticas médicas hipocráticas previas, mientras que la Gran Pirámide de Giza (c. 2580–2560 a.C.) refleja el dominio de la trigonometría.
En el valle del Indo, Mohenjo-Daro y Harappa (c. 2600–1900 a.C.) contaron con sistemas de alcantarillado y medidas estandarizadas, evidenciando criterios de ingeniería. La ciudad-China de Anyang (c. 1250–1046 a.C.) destacó por inscripciones oraculares y avances en metalurgia del bronce.
Grecia y Roma: ágoras, bibliotecas y escuelas filosóficas
Durante el período clásico (siglos V–IV a.C.), Atenas se convirtió en el epítome del aprendizaje. El ágora y la Academia de Platón (fundada c. 387 a.C.) reunieron a pensadores como Aristóteles, promotor del Liceo en el 335 a.C. Estos centros impulsaron la lógica, la biología comparada y la teoría política.
En Alejandría (fundada en 331 a.C.), la Biblioteca y el Museo (Mouseion) reunieron a cientos de eruditos. Para el siglo II a.C., contenían más de 700 000 rollos, destacando las obras de Euclides (Elementos, c. 300 a.C.) y Eratóstenes (cálculo de la circunferencia terrestre, 240 a.C.).
Roma (siglos I a.C.–III d.C.) concentró ingenieros e ingenios técnicos: Vitruvio (De Architectura, c. 15 a.C.) codificó normas de construcción y diseño. Las termas y acueductos romanos (como el de Segovia, comienzos del siglo I d.C.) ejemplificaron la ingeniería hidráulica.
La Edad Media y el resurgir de los centros europeos
Tras la caída del Imperio romano de Occidente (476 d.C.), se produjo un desplazamiento del saber hacia Oriente y el mundo islámico. Ciudades como Bagdad (fundada 762 d.C.) y Córdoba (716 d.C.) se transformaron en faros de la ciencia. En Bagdad, la Casa de la Sabiduría (Bayt al-Ḥikma, siglo IX) albergó traducciones de obras griegas, persas e indias. Matemáticos como Al-Juarismi (c. 780–850) introdujeron el álgebra (al-kitāb al-mukhtaṣar, 820 d.C.) y cifras indoarábigas.
En Europa, las primeras universidades emergieron en Bolonia (1088), París (1150) y Oxford (1167). Estas instituciones, protegidas por bulas papales, estructuraron el currículo en artes liberales, medicina y derecho. En 1231, Federico II fundó la Universidad de Nápoles, la primera universidad estatal.
La traducción de textos árabes al latín entre los siglos XII y XIII (escuela de traductores de Toledo, c. 1150–1250) permitió el reingreso de obras de Aristóteles y Avicena, revitalizando la medicina y la filosofía escolástica. Tomás de Aquino (1225–1274) sintetizó teología y filosofía en la Summa Theologiae (1265–1274).
Renacimiento y expansión de los saberes (siglos XV–XVII)
El Renacimiento, iniciado en ciudades italianas como Florencia y Venecia, se caracterizó por el redescubrimiento de textos clásicos y el desarrollo de la imprenta por Johannes Gutenberg (Maguncia, 1440). Para 1500, se habían impreso más de 20 000 títulos en Europa, facilitando la difusión rápida de ideas científicas.
Ciudad | Siglo | Contribución |
Florencia | XIV–XVI | Observaciones astronómicas de Leonardo da Vinci |
Venecia | XV–XVI | Imprenta y cosmografía de Toscanelli |
Pisa | XVI | Fundación del Giardino dei Semplici (1544), primeras colecciones botánicas |
En 1543, Nicolás Copérnico publicó De revolutionibus orbium coelestium en Nuremberg, planteando la heliocéntrica. Posteriormente, Tycho Brahe (Uraniborg, 1576) y Johannes Kepler (Linz, 1609) sentaron las bases de la mecánica celestial. Galileo Galilei, desde Padua y Florencia, introdujo el telescopio en 1609 y confirmó fases de Venus, desafíando la visión ptolemaica.
Siglos XVIII y XIX: revoluciones industriales y científicas
La Ilustración del siglo XVIII promovió el surgimiento de ciudades como París, Londres y Edimburgo como enclaves de academias y sociedades científicas. En París, la Academia de Ciencias (1671) celebró concursos de física y matemáticas. En 1746, la Escuela Politécnica inició la formación sistemática de ingenieros.
La Revolución Industrial, iniciada en Manchester (c. 1760), transformó la economía y el conocimiento técnico. El primer ferrocarril público (Stockton–Darlington, 1825) y la máquina de vapor de Watt (patentada 1769) se diseñaron y perfeccionaron en núcleos urbanos ingleses.
En el siglo XIX, la fundación de sociedades como la Royal Society of London (1660, refrendada en XIX con miembros como Michael Faraday) y la Academia de Ciencias de San Petersburgo (1724) impulsó la investigación en electricidad, termodinámica y química. Dmitri Mendeléyev presentó su tabla periódica en San Petersburgo en 1869.
El siglo XX: metrópolis científicas y la era de la investigación
Con la consolidación de la ciencia moderna, nuevas ciudades emergieron como polos de conocimiento. En 1900, Berlín contaba con la Universidad Humboldt (fundada 1810) y el Kaiser-Wilhelm-Institut (1911). Albert Einstein trabajó allí (1914–1933) desarrollando la relatividad general (1915).
En Estados Unidos, la Fundación Carnegie impulsó universidades y laboratorios durante la primera mitad del siglo XX. Cambridge (Massachusetts) concentró al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, 1861) y la Universidad de Harvard (1636). El Proyecto Manhattan (1942–1946), con sedes en Los Álamos, Chicago y Berkeley, demostró la capacidad de las ciudades para coordinar grandes proyectos científicos.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el auge de Silicon Valley (Palo Alto, 1950–presente) transformó la ciudad de San Francisco y alrededores en el mayor centro global de innovación informática y biotecnológica. Empresas como Fairchild Semiconductor (1957) y Apple (1976) surgieron en esta región.
Centros urbanos de conocimiento en la era digital
Hoy, las ciudades continúan siendo nodos críticos de la ciencia. Tokio, con más de 37 millones de habitantes (área metropolitana, 2020), alberga el Instituto RIKEN y la Universidad de Tokio. Bangalore, conocida como el “Silicon Valley de la India”, concentra más de 3000 empresas de TI. Shenzhen se ha convertido en el polo de hardware y electrónica, con un crecimiento poblacional de 30 millones en 2020.
La conectividad digital ha reforzado la importancia de las ciudades: congresos, conferencias y laboratorios colaborativos (hackathons, coworking) generan sinergias globales. Por ejemplo, el European Organization for Nuclear Research (CERN), situado entre Ginebra y Meyrin, reúne a más de 10 000 científicos de todo el mundo investigando en física de partículas.
Conclusiones
- Los centros urbanos han sido y siguen siendo motores imprescindibles de la producción y difusión científica.
- La concentración de recursos, instituciones educativas y redes de comunicación favorece la innovación.
- De Mesopotamia a Silicon Valley, la dinámica de las ciudades ha sido decisiva para el avance de la ciencia.
- En la era digital, la colaboración transnacional y las infraestructuras tecnológicas refuerzan el papel de las metrópolis como nodos de conocimiento global.
Profundizando sobre el punto 42.1 Centros urbanos como nodos de conocimiento
Libros recomendados para ampliar conocimiento sobre este tema:
Bibliografía recomendada: Centros urbanos como nodos de conocimiento en la historia universal de la ciencia
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George Sarton – Introduction to the History of Science (1927–1948)
Obra fundacional que traza el desarrollo científico desde las culturas antiguas hasta la era moderna, prestando especial atención a cómo ciudades como Alejandría, Bagdad, Córdoba o París funcionaron como epicentros de transmisión y producción de saber.
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Toby E. Huff – The Rise of Early Modern Science: Islam, China, and the West (2003)
Estudio comparado que analiza el papel de centros urbanos en tres grandes civilizaciones (Bagdad–Bagdad, Hangzhou–China, Venecia–Europa) y su influencia en la génesis de la ciencia moderna.
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David C. Lindberg – The Beginnings of Western Science (1992)
Monografía clave sobre la formación de la ciencia en Europa medieval y renacentista, mostrando cómo ciudades universitarias (Bolonia, París, Oxford) integraron saberes clásicos, árabes y hebreos.
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Peter Dear – Revolutionizing the Sciences: European Knowledge and Its Ambitions, 1500–1700 (2001)
Análisis de la “revolución científica” como fenómeno urbano: cómo redes de académicos, impresores y mecenas que operaban en Leiden, Londres o Florencia impulsaron nuevas prácticas experimentales.
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Simon Schaffer – The Brokered World: Go-Betweens and Global Intelligence, 1770–1820 (2009)
Examina el papel de agentes intermedios (“brokers”) en ciudades portuarias y coloniales (Calcuta, Ciudad del Cabo, Bombay) que conectaron conocimientos científicos entre Europa y Asia.
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Jim Bennett, Maria Rentetzi y Stephen M. Stigler (eds.) – Science and the City: The Mechanics and Mechanisms of Everyday Life in the Age of Enlightenment (2020)
Antología de estudios de caso sobre laboratorios, gabinetes de curiosidades y redes de talleres en urbes como París, Múnich y Filadelfia. Más info en ‘https://mitpress.mit.edu/books/science-and-city’.
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José Manuel Sánchez Ron – Ciencia y universidades en la España moderna (1997)
Revisión de la estructura universitaria y del tejido urbano español (Salamanca, Alcalá, Alcalá de Henares) como nodos donde se integró la ciencia europea y se generaron saberes autóctonos.
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