Ciencia y religión: encuentros y tensiones
La historia de la relación entre ciencia y religión se remonta a los albores de las primeras civilizaciones. Mientras la religión ofrecía explicaciones de carácter teleológico y moral sobre el origen del cosmos, la vida y el destino humano, la ciencia se desarrollaba como un intento de describir los mismos fenómenos mediante la observación, el razonamiento y la experimentación. A lo largo de los milenios, ambos campos han buscado responder preguntas fundamentales: ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos? y ¿cómo funciona la naturaleza? Sin embargo, sus métodos y objetivos no siempre han coincidido. Ha existido un diálogo fecundo en escuelas monásticas, universidades medievales y centros científicos de la Ilustración, pero también han surgido tensiones notables, cuya cima se alcanzó en episodios como el juicio a Galileo (1633) o el debate sobre la evolución de Darwin (1859). Este recorrido histórico muestra un entramado complejo de cooperación, ambigüedad y, en ocasiones, enfrentamiento.
Antigüedad y Edad Media: raíces compartidas
En la Antigüedad, las grandes civilizaciones —Mesopotamia, Egipto, Grecia— combinaron rituales religiosos con prácticas de observación astronómica y matemática. En Grecia, filósofos como Aristóteles (384-322 a.C.) desarrollaron una cosmología que, aun siendo deudora de creencias religiosas, se fundamentaba en principios lógicos y empíricos. Con la expansión del cristianismo en Occidente y el islam en Oriente a partir del siglo VII d.C., el saber griego se tradujo al latín y al árabe en centros de traducción como la Casa de la Sabiduría de Bagdad. Allí, pensadores como Al-Khwarizmi (780-850) en matemática o Avicena (980-1037) en medicina integraron la herencia clásica con doctrinas religiosas.
En Europa medieval, las escuelas catedralicias y los monasterios preservaron y comentaron obras de Aristóteles, Euclides y Ptolomeo. San Agustín (354-430) y más tarde Tomás de Aquino (1225-1274) establecieron una síntesis entre fe y razón, estipulando que la revelación divina no podía contradecir la verdad que se alcanzaba razonando correctamente. La Universidad de París (siglo XIII) se convirtió en faro de esa escolástica, donde se enseñaba lógica, filosofía natural y teología en un marco institucional apoyado por la Iglesia.
Renacimiento y Revolución Científica: descubrimientos y conflictos
El paso al Renacimiento marcó un giro en la relación ciencia–religión. El redescubrimiento de textos antiguos, la invención de la imprenta en 1450 y el desarrollo de nuevas técnicas de medición impulsaron un pensamiento crítico. Nicolás Copérnico (1473-1543) publicó en 1543 De revolutionibus orbium coelestium, proponiendo un modelo heliocéntrico del sistema solar. Aunque Copérnico era canónigo católico, su obra sembró dudas sobre la interpretación literal de la Biblia, especialmente de pasajes como Josué 10:13 (“Se detuvo el sol…”).
Durante el siglo XVII, figuras como Galileo Galilei (1564-1642) perfeccionaron el telescopio y observaron las fases de Venus y las lunas de Júpiter, evidencias directas del heliocentrismo. En 1616 la Inquisición romana declaró el sistema copernicano “formalmente herético”. A pesar de ello, Galileo siguió defendiendo sus hallazgos y en 1632 publicó Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo. Al año siguiente fue citado por la Inquisición y condenado a reclusión domiciliaria. Esta persecución simboliza la tensión más conocida entre una autoridad religiosa y la libertad de investigación científica.
No obstante, no todo fue confrontación. René Descartes (1596-1650), también católico, desarrolló la geometría analítica y la filosofía mecanicista, buscando reglas universales que armonizaran religión y ciencia. Robert Boyle (1627-1691), fundador de la química moderna, era un devoto protestante que veía en la investigación de la naturaleza un modo de glorificar a Dios.
Siglos XVIII y XIX: Ilustración, deísmo y naturalismo
La Ilustración del siglo XVIII promovió el uso de la razón como árbitro de la verdad y rechazó en parte la autoridad eclesiástica. Filósofos como Voltaire (1694-1778) defendían un deísmo que admitía un creador pero negaba las revelaciones sobrenaturales y los milagros. En Gran Bretaña, naturalistas como John Ray (1627-1705) elaboraron argumentos de “teología natural” que identificaban en la complejidad biológica la huella de un diseñador inteligente.
Sin embargo, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, la teoría de la evolución biológica empezó a ganar fuerza gracias a naturalistas como Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829), que en 1809 apuntó la idea de la herencia de caracteres adquiridos. Las explicaciones cada vez más materialistas y mecánicas del mundo natural tensionaron algunas doctrinas religiosas tradicionales. Aun así, muchas instituciones eclesiásticas promovieron museos, jardines botánicos y academias donde se cultivaba la ciencia como medio de elevar la condición humana.
El caso Darwin: evolución y creacionismo
En 1859 Charles Darwin (1809-1882) publicó El origen de las especies, donde planteó la selección natural como mecanismo principal de la evolución biológica. Esta obra generó debates públicos y privados entre científicos, teólogos y políticos. En la Universidad de Oxford se libró en 1860 el famoso debate entre el obispo Samuel Wilberforce y Thomas Huxley (“el bulldog de Darwin”). Wilberforce ridiculizó la idea de que el hombre descendiera de simios, mientras Huxley defendió vigorosamente el enfoque darwiniano basándose en pruebas fósiles y morfológicas.
A partir de entonces surgieron corrientes creacionistas que tomaban la Biblia literalmente y rechazaban la evolución. En Estados Unidos, el Movimiento del Diseño Inteligente emergió en las últimas décadas del siglo XX como una versión sofisticada del creacionismo, intentando introducir argumentos científicos para sostener la idea de un diseñador. En 1925 el juicio Scopes contra el estado de Tennessee (juicio del mono) simbolizó la prohibición de enseñar evolución en escuelas públicas, un episodio que subrayó la persistencia de tensiones entre sectores religiosos fundamentalistas y la enseñanza científica.
Siglo XX y XXI: diálogo moderno y nuevos desafíos
El siglo XX mostró tanto enfrentamientos como colaboraciones renovadas. Georges Lemaître (1894-1966), sacerdote y físico belga, propuso en 1927 la teoría del átomo primigenio, precursora del modelo del Big Bang. Esta idea logró reconciliar el origen dinámico del universo con creencias teístas sobre un comienzo creado, y hoy es aceptada por la mayoría de la comunidad científica. En 1951 Lemaître recibió el premio Francqui en ciencias y su pertenencia al clero nunca fue obstáculo para su reconocimiento internacional.
En la actualidad, las tensiones se extienden a bioética, clonación, investigación con células madre y cambio climático. Instituciones religiosas han creado comités de ética que dialogan con científicos para regular prácticas médicas y biológicas. Organizaciones como la Pontificia Academia de las Ciencias incluyeron desde 1936 a premiados con el Nobel de Física, Química y Medicina, fomentando un entendimiento crítico y conjunto de los grandes desafíos.
Ejemplos representativos
- Siglo IX-XII: Comentarios de Avicena y Averroes a Aristóteles, integrando filosofía y teología islámica.
- 1225-1274: Tomás de Aquino y la “suma teológica”, síntesis de fe y razón en la Europa medieval.
- 1633: Juicio de Galileo y condena al heliocentrismo por la Inquisición.
- 1860: Debate Wilberforce-Huxley tras la publicación de Darwin.
- 1925: Juicio Scopes en Tennessee, prohibición de la enseñanza de la evolución en escuelas públicas.
- 1927: Teoría del Big Bang de Georges Lemaître, sacerdote y científico.
Tabla de conflictos históricos
1543 | Publicación de “De revolutionibus orbium coelestium” | Nicolás Copérnico y la primera sacudida al geocentrismo |
1633 | Juicio a Galileo Galilei | Condena por la Inquisición romana y restricción de sus obras |
1859-1860 | Publicación de “El origen de las especies” y debate Wilberforce-Huxley | Darwin y confrontación pública entre ciencia y creacionismo |
1925 | Juicio Scopes (Tennessee) | Prohibición de enseñar evolución en la escuela pública |
1927 | Propuesta del átomo primigenio | Georges Lemaître: conciliación científica-teológica del origen del universo |
Conclusión
A lo largo de la historia, ciencia y religión han transitado caminos paralelos que, a veces, se entrecruzan en armonía, y en otras ocasiones chocan frontalmente. Desde la escolástica medieval hasta los debates sobre clonación y cambio climático, ambas dimensiones del saber humano se han influido mutuamente. Hoy el reto consiste en cultivar un diálogo informado que reconozca la autonomía de la investigación científica y respete la diversidad de creencias religiosas, promoviendo una comprensión más amplia de la realidad y de nuestro lugar en el cosmos.
Profundizando sobre el punto 32. Ciencia y religión: encuentros y tensiones
Libros recomendados para ampliar conocimiento sobre este tema:
Libros recomendados sobre Ciencia y religión: encuentros y tensiones
Selección de títulos que abordan la relación histórica entre la ciencia y la religión, sus conflictos y sus diálogos.
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Science and Religion: Some Historical Perspectives
John Hedley Brooke (1991) — Cambridge University Press. Un estudio clásico que explora las distintas etapas de interacción entre ciencia y fe desde la Edad Media hasta el siglo XX.
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The Territories of Science and Religion
Peter Harrison (2015) — University of Chicago Press. Analiza cómo se han definido y separado los ámbitos de la ciencia y la religión a lo largo de la historia.
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Fe y razón en diálogo histórico
Mariano Artigas (2000) — Rialp. Una obra en castellano que recorre el desarrollo paralelo de la filosofía, la teología y las ciencias.
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Science Christian Belief
John Polkinghorne (2004) — SPCK. Reflexiones de un físico y teólogo sobre la complementariedad entre el pensamiento científico y la fe cristiana.
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Science and Religion: A New Introduction
Alister E. McGrath (2010) — Wiley-Blackwell. Una guía accesible que examina los principales debates contemporáneos entre ciencia y teología.
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Finding Darwin’s God
Kenneth R. Miller (1999) — Cliff Street Books. Un biólogo defiende la compatibilidad entre la teoría de la evolución y la creencia religiosa.
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Rocks of Ages: Science and Religion in the Fullness of Life
Stephen Jay Gould (1999) — Ballantine Books. Propone la idea de “magisterios no superpuestos” para resolver los supuestos conflictos entre ciencia y religión.
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